Todavía se derramaba la sangre entre los dedos de mis manos temblorosas, las cuales contemplaba sin encontrar una explicación sobre lo que habían sido capaces de hacer. Había pasado todo tan rápido… pero sin embargo yo estaba seguro de que había hecho lo correcto, ¿cómo si no habría tenido que actuar ante tan grave ofensa? En esos momentos me vino a la mente la imagen dulce de mi madre, ella sí que había sido una buena mujer.
En el otro extremo de la habitación me contemplaba atónito mi hijo de tres años, incapaz de comprender lo que había ocurrido, pero intentando abarcar con su pequeña mano la de su madre, ya inerte.
Ya ni tan siquiera recordaba lo que había desencadenado esta discusión, pero la realidad es que estaba seguro de que ella había sido la causante. Sigo sin encontrar la razón por la que me había faltado al respeto durante tantos años, le había dado tantas oportunidades…, pero la realidad es que me desobedecía constantemente y me obligaba a violentarme.
Yo siempre le había dado todo lo que me había pedido, únicamente trabajaba para poder ofrecerles una vida mejor, ¿y era así como me lo pagaba? Todavía a día de hoy no comprendo el motivo por el que, cuando llegaba a casa, se iniciaba un silencio incómodo que se alargaba hasta el anochecer, ella me esquivaba la mirada y mi hijo lloraba con mi sola presencia.
Seguramente ya faltará poco para que llegue la policía, pero sigo sin entender por qué me obligó a matarla, parecía que estaba deseando abandonarnos. Pero antes de que vengan a por mí, me lavaré y me pondré mi mejor traje, porque así es como afronta los problemas un hombre de verdad, así es como lo hizo mi padre. De todo lo sucedido tan sólo me queda una duda. Y es el por qué no se defendió de mis golpes e intentaba proteger con su cuerpo a nuestro hijo, yo nunca le habría hecho daño, o por lo menos no si no me hubiera obligado, porque yo la quería.
Óscar
No hay comentarios:
Publicar un comentario