jueves, 28 de abril de 2011

Durmiendo a un lado de la cama


Por qué teniendo una cama tan grande duermo siempre a un lado, como esperando a alguien que nunca llega.

¿Por qué siempre compro dos entradas, siempre monto la mesa para dos? ¿Por qué siempre limpio la casa por si viene alguien esta noche? ¿Por qué cambio las sábanas cada sábado? ¿Por qué hay siempre dos pares de zapatillas en la entrada?

Será porque una vez leí que cuando esperas algo, tienes que predisponerlo todo para que ocurra. Será porque prefiero pensar que lo de no tener suerte no es culpa de una pereza que quiero exculpar.

Pero creo que lo que realmente funcionaría sería pensar que todo eso es posible, que estoy completamente dispuesta, que no me da pereza ni miedo, pero que mientras no haya nadie en mi cama, mi cama será toda mía, comeré sola y utilizaré solo un par de zapatillas.

Porque si lo pienso despacio, bien, clara y distintamente, lo que quiero es que alguien esté esperándome en el otro lado de su cama, que me reciba con un par de zapatillas que tiene por si voy y que quiera preparar la cena para dos.

Porque esta vez he aprendido, sí, supongo que sí, que es verdad que todo pasa por algo. Y ahora no puedo dejar de tener en cuenta que lo importante, lo que vale la pena, es que te quieran. Que no sirven de nada los esfuerzos, los desgarros, los tranquilizantes, ni los celos. Que lo único que merece que yo ceda mi lado de la cama, mi poquito de tiempo y algo de lo que espero, es alguien que no haga otra cosa que buscarme.

Siempre he respetado esa emoción incipiente que nace de ahí, de eso que llaman subconsciente y que yo le llamo no sé dónde. De ahí nace una idea que supura sobre todo en primavera y que me hace pensar que una persona que no se muera por ti, es una persona que no vale la pena.

Heba

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