- ¡El último en sentarse paga la ronda! Gritamos todos.
Vueltas y vueltas. Caídas y gritos. Risas. El camarero juguetea con la bandeja, hasta que decide.
- ¡Ronda! Dice el camarero,
Empujones. Más empujones. Sillas por el suelo. Quejas muchas quejas, todavía más risas. Alguien saca el dinero y paga con desgana la cuenta.
Bebemos. Whisky, vodka, tequila. Un poco de todo para no habituar al estómago. Todos bebemos. Todos ganamos.
Uno se va hacia la puerta tropezando con todo.
- ¡Perdedor, perdedor! Gritamos el resto.
- ¡El último en sentarse paga la ronda!
Otro ya no se levanta. Otro va al baño a vomitar. Otro se enfada y se larga.
Todos ganamos. A veces pagas pero siempre ganas.
Quedamos dos.
- ¡El último en sentarse paga la ronda! Grito.
El tipo se desploma y vomita sobre los zapatos del camarero. Éste suelta la bandeja en la mesa.
- Por hoy ya está bien. Para casita. Dice malhumorado.
Le saco el dinero del bolsillo al perdedor, pago la ronda y me bebo las dos últimas copas.
Salgo triunfante por la puerta. Todos ganamos, pero el campeón soy yo.
Doy saltos muy altos. Alzo los brazos mientras entro en la parada del metro. Vomito en las vías. Grito con fuerza.
- ¡El campeón deeel mundooo. Alfredooo, el jodidooo Garcíaaa!
- ¡Eeeh!
Me subo al metro. La gente me reconoce.
- Sí, soy el campeón. Autógrafos no, fotos sí. Digo.
Algunos sacan el teléfono para llamar a sus familiares y contarles que están en el mismo vagón que el gran Alfredo García. Y que va en metro como el tipo campechano que es. Y que se le ve un tipo agradable. Un poco más bajito de cómo lo habían imaginado, pero, aún así, impresiona en persona.
Me muestro solícito con ellos y les dirijo unas palabras.
- Quiero que sepáis que soy el campeón del pueblo, de todos, sin excepción. Que si he llegado hasta aquí es gracias a vosotros. Sin vuestro apoyo no lo hubiera conseguido. No olvidaré nunca mis raíces. Sé de donde vengo y no os olvidaré. Gracias.
Me aclaman, me vitorean. Quieren abrazarme.
Cojo a un niño en brazos, para que de mayor pueda decir que lo cogió Alfredo García. La madre se emociona, el padre quiere darme un abrazo. Beso al crío y lo dejo en el suelo.
- Adoro a los críos. Les digo a los padres.
Se abren las puertas, sacudidas. La gente se vuelve loca. Un par de policías llegan para escoltarme. Apartan a la gente.
- ¡Dejadlos! Sólo quieren tocar al campeón. Les digo.
Pero ellos hacen su trabajo y me escoltan hasta el coche patrulla.
No pueden creerse que estén con el gran Alfredo García y les enseño el carnet para que no haya dudas.
Insisten en acompañarme hasta la cama. Me desplomo exhausto. El descanso del campeón, la soledad del campeón.
Rezo la oración de todas las noches.
- Lo difícil es mantenerse.
El sueño del campeón.