sábado, 21 de mayo de 2011

El campeón

- ¡El último en sentarse paga la ronda! Gritamos todos.
Vueltas y vueltas. Caídas y gritos. Risas. El camarero juguetea con la bandeja, hasta que decide.
- ¡Ronda! Dice el camarero,
Empujones. Más empujones. Sillas por el suelo. Quejas muchas quejas, todavía más risas. Alguien saca el dinero y paga con desgana la cuenta.
Bebemos. Whisky, vodka, tequila. Un poco de todo para no habituar al estómago. Todos bebemos. Todos ganamos.
Uno se va hacia la puerta tropezando con todo.
- ¡Perdedor, perdedor! Gritamos el resto.
- ¡El último en sentarse paga la ronda!
Otro ya no se levanta. Otro va al baño a vomitar. Otro se enfada y se larga.
Todos ganamos. A veces pagas pero siempre ganas.
Quedamos dos.
- ¡El último en sentarse paga la ronda! Grito.
El tipo se desploma y vomita sobre los zapatos del camarero. Éste suelta la bandeja en la mesa.
- Por hoy ya está bien. Para casita. Dice malhumorado.
Le saco el dinero del bolsillo al perdedor, pago la ronda y me bebo las dos últimas copas.
Salgo triunfante por la puerta. Todos ganamos, pero el campeón soy yo.
Doy saltos muy altos. Alzo los brazos mientras entro en la parada del metro. Vomito en las vías. Grito con fuerza.
- ¡El campeón deeel mundooo. Alfredooo, el jodidooo Garcíaaa!
- ¡Eeeh!
Me subo al metro. La gente me reconoce.
- Sí, soy el campeón. Autógrafos no, fotos sí. Digo.
Algunos sacan el teléfono para llamar a sus familiares y contarles que están en el mismo vagón que el gran Alfredo García. Y que va en metro como el tipo campechano que es. Y que se le ve un tipo agradable. Un poco más bajito de cómo lo habían imaginado, pero, aún así, impresiona en persona.
Me muestro solícito con ellos y les dirijo unas palabras.
- Quiero que sepáis que soy el campeón del pueblo, de todos, sin excepción. Que si he llegado hasta aquí es gracias a vosotros. Sin vuestro apoyo no lo hubiera conseguido. No olvidaré nunca mis raíces. Sé de donde vengo y no os olvidaré. Gracias.
Me aclaman, me vitorean. Quieren abrazarme.
Cojo a un niño en brazos, para que de mayor pueda decir que lo cogió Alfredo García. La madre se emociona, el padre quiere darme un abrazo. Beso al crío y lo dejo en el suelo.
- Adoro a los críos. Les digo a los padres.
Se abren las puertas, sacudidas. La gente se vuelve loca. Un par de policías llegan para escoltarme. Apartan a la gente.
- ¡Dejadlos! Sólo quieren tocar al campeón. Les digo.
Pero ellos hacen su trabajo y me escoltan hasta el coche patrulla.
No pueden creerse que estén con el gran Alfredo García y les enseño el carnet para que no haya dudas.
Insisten en acompañarme hasta la cama. Me desplomo exhausto. El descanso del campeón, la soledad del campeón.
Rezo la oración de todas las noches.
- Lo difícil es mantenerse.
El sueño del campeón.


viernes, 13 de mayo de 2011

Maia

Maia siempre fue una niña especial. De pequeña coleccionaba caracoles, de todos los tamaños. Los guardaba en una caja de cartón agujereada por la tapa y cada día apuntaba en una libreta la evolución de los bichos. De vez en cuando los llevaba a pasear, los soltaba por el campo para que viesen mundo, especialmente en los días lluviosos. Les cantaba canciones, les leía cuentos e incluso más de una vez la sorprendieron durmiendo con ellos. Cuando alguno se moría, organizaba un funeral. En el jardín cavaba tumbas minúsculas y como lápidas ponía pequeñas piedras en las que escribía el nombre del difunto. Todos tenían uno diferente, ya que cada uno tenía su propia personalidad. Al funeral asistían los demás caracoles y tocaba la flauta a modo de despedida. Tomó como costumbre visitar el cementerio una vez al mes. Revisaba el estado, les ponía flores y les informaba de la salud del resto de la colonia. 

Ya de adolescente, Maia, decidió dejar atrás la niñez y en un ataque de madurez liberó al resto de caracoles. Buscó el lugar más adecuado para procurarles una vida digna y les dijo adiós con lágrimas en los ojos. Tenía otras preocupaciones. Por aquel entonces pensaba en la vida como si se tratase de un pasatiempo. Seguía teniendo sus rarezas aunque procuraba disimularlas para no desencajar, aunque jamás pasaron desapercibidas. Saludaba al sol todas las mañanas y le daba las buenas noches en el atardecer. Tenía charlas intensas con él. Se sentía más a gusto charlando con el astro que con ninguna otra persona. Le contaba historias de sus queridos caracoles, le explicaba las novedades del colegio, incluso las peleas con sus padres. Sus amigos, la trataban desde la distancia, como si tuviese un punto de locura, pero siempre con ternura. Se reían con su manera estrambótica de hacer las cosas, como la de caminar dando saltitos. Decía que era más divertido, aunque solía llevarse bastantes trompazos. No iba a clase cada día porque odiaba que le impusieran una rutina, así que solo asistía a 4 de cada 5 jornadas, por supuesto, nunca faltaba el mismo día de la semana. Cogió la costumbre de anotar en una libreta todas las cosas que le ocurrían. Cada semana resumía los hechos más importantes, solía ser algo así:

Resumen de la semana 35:

- Me he levantado todos los días con el pié izquierdo, ¡bien!
- Me he caído 4 veces, aunque ninguna de ellas me hice verdadero daño.
- Saludé y despedí al Sol cada día.
- He aprendido una nueva palabra: longanimidad.
- Me he cogido día libre el jueves (ojo, que llevo 2 semanas repitiendo).

Conoció el amor y el desamor, sintió en su piel el significado de la palabra lealtad y también el de la traición. Se rió y lloró, pero sobre todo bebió todos los momentos a sorbitos. Cosa que ahora, ya siendo adulta, sigue haciendo.

Maia tiene 30 años. Ha dejado de andar dando saltitos porque se le rompen los tacones pero sigue saludando al sol, aunque de manera muy sutil porque no quiere compartir ese momento con nadie. Aunque no sabe que su marido la mira sonriendo desde la cama. Trabaja de 8 a 17 en una oficina, con una hora para comer. Ha tenido que aprender a ser puntual, aunque siempre llega tarde a las citas informales. Ha adoptado a una gaviota que viene a cenar todos los días y a la que le prepara las sobras del día anterior con mucho amor. Le ha puesto de nombre Caracola. 

Tiene una hija de 3 años, a la que le ha regalado una caja agujereada en la tapa para que coleccione lo que quiera. La niña ha decidido usarla para guardar sus cuentos.  Maia piensa que se parece más a su padre.

Pero Maia sigue siendo Maia, y algunos días, sobre todo los tristes, cuando no encuentra consuelo en el sol, cambia los zapatos por unas bailarinas y va saltando mientras corre hacia el cementerio caracol. Saluda a sus amigos de la infancia, recoloca las tumbas movidas por las lluvias o el viento, les deja alguna flor y reconfortada, les canta alguna canción que recuerda de aquellos días, en los que la vida consistía en soñar despierta.

Noelia Q

miércoles, 11 de mayo de 2011

La caja de cerillas

De todos los sitios que pude elegir para vivir, escogí una caja de cerillas. Tenía muchas cajas a mi disposición, algunas más grandes que otras, algunas más nuevas que otras, incluso sin estar usadas.  De éstas, me desanimó el tener que tirar todo lo que había dentro, una mudanza a la inversa. No necesito nada más que cuatro paredes. Pensé que sería mejor empezar con un piso de soltero, quizá cuando tenga mujer e hijos nos trasladaremos a esa caja de microondas tan grande y bonita, con tantas posibilidades. Podremos distribuir las estancias en varios espacios, la habitación de los niños, una biblioteca quizás, si nos animamos tal vez un gimnasio, “mens sana in corpore sano”. La podemos poner en el jardín, para que los críos estén en contacto con la naturaleza. Pero de momento esta es suficiente para mí. No me caben muchas cosas pero me irá bien para comenzar a ahorrar. Una hipoteca es un compromiso demasiado grande. Si, es mejor una casita pequeña para mí. Lo malo es que no puedo poner una cama de matrimonio y tampoco encuentro un espacio para instalar el sofá. ¿Cómo voy a tener visitas? Si he de ser sincero, tampoco las espero. No es fácil tener amistades hoy en día. Todo el mundo está tan sumergido en sus propias vidas que es realmente complicado crear un vínculo con alguien. Cualquiera, el que sea. Quizás nunca encuentre a mi media naranja, quizás no consiga tener hijos… Si, esto me reafirma en que ésta ha sido la mejor elección. Siempre he sido un tío reflexivo. Quizás demasiado. De todas maneras no tiene importancia, no es una decisión que no tenga marcha atrás. Cualquier día de estos, cuando Daniel venga a darme la comida, me escaparé y buscaré otra caja que me asegure un poco más de futuro. Al fin y al cabo los grillos tenemos esa suerte. 


Noelia Q

¡Sucio, sucio!

Me lavo los dientes,
Las manos, los pies y el culo.
Me lavo la cabeza,
el cuello, los pezones, las axilas.
Me lavo la pereza,
la amargura, la locura, la lujuria.
Me lavo que te lavo,
¡Siempre sucio, siempre sucio!
Y eso que me lavo,
por la mañana, a la merienda, en las esquinas.
Cuando llueve, me lavo,
con el frío, me lavo,
en verano, me lavo.
¡Me lavo que te lavo,
y sigue saliendo más porquería!
Me lavo la confusión,
la rabia, la soledad, la angustia.
Me lavo sentado,
corriendo, durmiendo, ¡jodiendo,
me lavo que te lavo!
No me queda más jabón pero me sigo lavando.


Vacances

Benvinguts i benvingudes, senyors i senyores, nens i nenes al meravellós país del “dissabte al matí”. Us esperàvem a tots i cadascú de vosaltres per fer-vos el tour que heu estat esperant durant tant de temps. Aquestes vacances al país del “dissabte al matí” no les oblidareu mai. Comencem.
Si mireu a la vostra dreta podreu veure la plaça dels esmorzars. Aquesta plaça no té rellotges perquè els esmorzars al nostre país poden ser a qualsevol hora i poden durar tant com necessitem. A més, si observeu una miqueta al vostre voltant us adonareu que les rajoles estan fetes de torrades amb mantega i diferents tipus de melmelades, els fanals estan fets de galetes de xocolata i la font, que es troba al bell mig de la plaça, raja d’una banda suc de taronja natural i d’altra llet fresca. En aquesta plaça també trobem les millors cafeteries de tot el país.
Si continuem pel carrer principal veiem a tots els habitants del nostre país amb cares somrients, relaxats, contents i amb ganes de parlar amb els seus veïns. Tot s’ha de dir, els “dissabtenys al matí” som així, gent oberta.
Girem ara el primer carrer a l’esquerra. Aquest és el carrer del descans. Aquí podem trobar només botigues de sofàs i televisors. Una de les curiositats d’aquest carrer és que la gent que ve aquí ho fa en pijama. Un altre aspecte a tenir en compte és que a totes dues bandes del carrer hi ha sofàs i televisors on únicament s’emeten programes d’entreteniment com, dibuixos animats, sèries d’adolescents o documentals de construccions i d’animals.
Passant aquest carrer girarem ara a la dreta i entrarem a l’últim tram del nostre tour, entrarem a la rambla de la motivació. La peculiaritat d’aquesta rambla son els increïbles mosaics que vesteixen les parets dels edificis que aquí veiem. Aquests mosaics ens mostren totes les accions que a la gent li agrada fer els dissabtes al matí com passejar quan fa sol, prendre el vermut amb els amics, fer plans pel dissabte a la nit o posar-se una bona mascareta hidratant a la cara.
Abans d’acabar el nostre passeig només us volem dir dues coses. Primer, comentar-vos que en tot el país no existeixen les senyals de trànsit com les coneixeu vosaltres vulgarment. A les nostres senyals de trànsit hi ha escrites les frases que nosaltres utilitzem habitualment com “tenim tot el cap de setmana per davant”, “quedem per menjar unes pizzes?” o “he dormit fins les 12 del matí!”. Així que si agafeu el cotxe i us perdeu vosaltres sols lo millor que podeu fer és preguntar a algú immediatament.
En segon lloc dir-vos que nosaltres, els “dissabtenys al matí”, no volem entrar en polèmiques amb els nostres països veïns, el “divendres a la tarda” i el “diumenge”. L’únic que volem dir com a resposta a les crítiques que hem rebut per part dels habitants d’aquests dos països és que nosaltres ni estem cansats de treballar tota la setmana com uns ni estem amargats per haver de començar la feina el dilluns com els altres.
Amb això si que podem donar per finalitzat el nostre recorregut. Ara pot començar el torn de precs i preguntes.